De vírgenes y 'pishtacos'

Por: Mariella Balbi

En el auge del fujimorismo supimos de estatuas de vírgenes que lloraban profusamente, al final este espectáculo dizque sobrenatural se redujo a una imagen. Estaba en el Callao y las colas para ver el virginal llanto eran grandes. No recuerdo quién frotó una virgen de yeso con una sustancia y le corrieron lágrimas. Pero el país —Lima para ser más precisos— estuvo encandilado y embobado con el asunto. Montesinos hacía y deshacía, y este montaje era un buenísimo biombo. También apareció un delincuente que solo atacaba a mujeres que portaban calzón rojo. Los periódicos chicha no terminaban nunca con la historia, la atención de la gente estaba concentrada en ello.

Mucha agua ha pasado bajo el puente de Palacio de Gobierno y varios regímenes también, pero el psicosocial sigue siendo un arma poderosa para llevar el interés de la población a una historia tan inverosímil que precisamente por ello atrae. Lo del pulmón robado de una exposición fue, aparentemente, una equivocada estrategia de márketing. En estos días nos han presentado a una banda que mataba a pobladores para sacarles la grasa y “vendérsela a laboratorios alemanes, a 15 mil dólares la botella” (sic). No supimos nunca el nombre del laboratorio teutón, pero igual la noticia nos estremeció, mostrándonos cuán primitivos podemos ser, cuán enfermos estamos. Ni se diga cómo quedó la alicaída autoestima nacional, más de uno debe haber pensado: eso somos, ingeniosos, trabajadores y bastante bestias e inhumanos. Además ha reforzado el mito andino del “pishtaco” que rapta a su víctima y —de lo que se recuerde— tenía ojos azules.

Hoy resulta que la historia de los “pishtacos” se derrumba por su falsedad. De ser así, la Policía Nacional quedaría por los suelos. La veríamos subordinada al interés político, participando en hechos poco transparentes y, de comprobarse la mentira, estaríamos seguros de que por ningún concepto debemos confiar en una entidad tan importante. Asimismo, indicaría que los altos mandos policiales imponen a sus subordinados el faltar a la verdad y permiten que se incremente su descrédito. Es urgente que el comando aclare este desagradable desaguisado, que diga cómo y dónde se realizaba tan sofisticada tarea, porque solo un tipo de grasa sería la que sirve, no así la que sale de una liposucción. Necesitamos saber también cuántas son las víctimas asumidas por estos “sacha pishtacos” y —mínimo— la dirección del laboratorio alemán que le daba las pingües ganancias a estos supuestos delincuentes. Mientras más demore el comando policial en esclarecer este untuoso hecho, más desacreditada estará la institución. Cosa que no le conviene a nadie, ni siquiera a los desdibujados “pishtacos”.

Fuente: El Comercio.